Premio por su trabajo en el campo de la Ciencia y la Investigación a la extremeña Elena Campos, biotecnóloga del CSIC

Elena Campos Sánchez, investigadora Centro Biología molecular Severo Ochoa.

Con motivo de la celebración de la XXXIII Edición de los Premios Extremadura en Getafe que entrega la Casa Regional de Extremadura en Getafe hemos hablado con la extremeña Elena Campos Sánchez, biotecnóloga del CSIC, que recibirá el Premio por su trabajo en el campo de la Ciencia y la Investigación.

-¿Qué supone para usted que reconozcan su labor en la ciencia en la Casa de Extremadura en Getafe?

Me hace muchísima ilusión este premio y estoy muy agradecida por ello a la Casa. Como la mayoría de investigadoras, me dedico a la Ciencia por vocación, por la necesidad social de hacer Ciencia y así contribuir con mi granito de arena. Por otra parte, este premio no solo me reconoce a mí, sino al gran número de mujeres investigadoras que ha habido, hay y habrá y que, hasta hace no mucho tiempo, parecía que no existíamos. Es importante recordar que en investigación y en las profesiones científico técnicas existe lo que se llama “techo de cristal”, una brecha de género que por algún motivo lleva al abandono profesional a una mayoría de mujeres. Si a ello lo unimos una procedencia de un ámbito rural, donde el contacto con profesionales de la investigación científica se reduce a lo que vemos a través de los medios de comunicación o leemos en los libros, estamos ante una situación en que muchas niñas y niños no tendrán referentes cercanos en los que apoyarse para considerarse capaces de optar por esta salida profesional. 

-Desempeña un importantísimo papel en su trabajo como investigadora, ¿cómo ha sido su camino hasta llegar a donde está ahora?

Nací en Serradilla, un pueblecito de unos 1.500 habitantes de la provincia de Cáceres. Era curiosa y un tanto escéptica por naturaleza y gracias a que mis padres siempre me animaron a estudiar lo que me gustase, acabé haciendo Biotecnología cuando casi nadie sabía lo que era. La Biotecnología aprovecha y crea herramientas tecnológicas para estudiar a los seres vivos. Mi formación ha sido siempre a través de la educación pública, desde el colegio a la Universidad y, actualmente, trabajando asociada a proyecto desde el Consejo Superior de Investigaciones Científicas (CSIC). Comencé a colaborar en proyectos de investigación en la universidad, gracias a las becas de introducción a la investigación del CSIC. Desde entonces no he parado. Comencé trabajando con modelos humanizados de cánceres de la sangre en ratón, luego me especialicé en saber cómo se forma y cómo funciona el sistema inmunitario también en el contexto de sufrir una Enfermedad Rara y desde hace varios años estoy más centrada en el estudio de la respuesta inmunitaria frente a infecciones virales. 

-¿Cómo fue su experiencia durante la pandemia por Covid-19?

La pandemia de la COVID-19 nos pilló investigando en inmunología viral, es decir, estudiando cómo se produce la memoria inmunitaria que nos protege frente a infecciones virales. Trabajábamos con otros modelos de virus, pero esa experiencia previa fue fundamental para que mi jefa de investigación, Margarita del Val, considerase que teníamos el deber de aportar nuestro conocimiento para ayudar frente a la pandemia presente. Y en ello seguimos. En mi caso particular, trabajo fundamentalmente en el Proyecto BRANYAS, una investigación preciosa cuyo objetivo es identificar perfiles de riesgo individuales capaces de predecir la severidad de la COVID-19 en la población más vulnerable a ella: las personas mayores y, fundamentalmente, aquellas alojadas en residencias.

-¿Qué es lo que echa más de menos de Extremadura, de su pueblo?

Podría decir que la fruta del huerto, el pan de leña y el lomo embuchado y sin pimentón, como se hace tradicionalmente en Serradilla, o al menos en mi casa. Echo de menos mi naturaleza, con su gente que es mi gente y, sobre todo, a mi familia. Cuando decidí que quería probar suerte en el mundo de la investigación biomédica era consciente de que tendría que abandonar Extremadura. La movilidad geográfica por exigencia formativa y profesional es prácticamente una obligación para quienes nos dedicamos a investigar. La mayoría acaba en el extranjero entre otras razones por encontrar fuera una mayor estabilidad profesional.